Resumen
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Uno de los mayores retos que enfrenta el sector agropecuario es el de abastecer de alimentos a la población humana que se encuentra en continuo aumento. En la década de los cincuenta, la revolución verde fue una de las actividades más exitosas, que transformó muchos países, y que tuvo como finalidad generar altas tasas de producción asociadas a la explotación intensiva, permitida por el riego y el uso masivo de fertilizantes químicos, pesticidas, herbicidas, tractores y otra maquinaria pesada (Sarandón & Flores, 2014). Si bien la intensificación agrícola ha incrementado enormemente la capacidad productiva de los agroecosistemas al suplir la demanda existente, ha provocado consecuencias como la contaminación ambiental, la degradación de los suelos y la contaminación de aguas, generadas, en gran medida, por el exceso en el uso de fertilizantes químicos como el nitrógeno y el fósforo, que son unos de los nutrientes esenciales de las plantas.
El exceso de fertilizantes químicos y herbicidas en insecticidas presentes en el suelo afecta la composición física, química y biológica de este sustrato y genera cambios en la diversidad de las poblaciones macro y microscópicas, con resultados a mediano y a largo plazo de pérdida de fertilidad, erosión y disminución de la actividad biológica del suelo (Cao et al., 2008; Creus, 2017); sin embargo, cuando hay carencia de estos se restringen severamente los rendimientos de los cultivos, de allí que el uso de los fertilizantes sea una práctica que se ha mantenido a lo largo del tiempo. Con el fin de mitigar los efectos de la fertilización, actualmente se desarrollan alternativas encaminadas a la remediación, la disminución del uso y la sustitución de estos productos químicos. En los últimos años, en Colombia, se han desarrollado varias iniciativas de recuperación de ecosistemas enfocadas a diferentes factores, como generar ciclaje de nutrientes, promover la formación de suelos e incorporar la materia orgánica, entre otros, con el fin de activar las cadenas tróficas. Martínez et al. (2010) afirman que la hojarasca y los abonos verdes que se incorporan a los suelos como materia orgánica pueden incrementar la fertilidad.